domingo, 10 de marzo de 2019

Presentación del libro "Tango Queer Buenos Aires". Por Liliana Viola



La milonga queer siempre estuvo aquí, sólo que además, está volviendo. Presentación del precioso libro de Mariana Docampo. Milonga queer, una crónica de una aventura desviada y bailarina.


Por Liliana Viola

1.
20 años después de haber sido, como a ella le gustaba repetir, “plantada en el altar” por un señor que nombró hasta su muerte como “el amor de mi vida”, mi abuela se casó con un pariente no tan lejano, a los 36. Justo al filo, decía ella, aunque sin filo. Mi mamá le ganó, se casó a los 23 con alguien que mi abuela definía como un auténtico soquete. Y yo les gané a las dos, me casé a los 21 sin darles tiempo a ponerle una etiqueta a mi proeza ya que me separé antes de que se cumpliera el primer año. Las 3 nos casamos si no de apuro, apuradas por un tango de 1930 que en mi casa sonaba cantado por Julio Sosa y que Mariana Docampo cita en un momento clave de Milonga queer, el libro que estamos presentando hoy y que de paso, voy adelantando ya que empecé con la digresión, es un libro precioso. Es raro decir precioso de un libro que ni siquiera tiene la coartada de las imágenes.  Pero precioso es la palabra que se me apareció ya en el primer capitulo “Milonga” donde Mariana construye un breve ensayo sobre el abrazo que empieza con una aformación: “Hay algo que diferencia al tango de todas las otras danzas que conozco, tal vez lo único específico: el abrazo.” Mariana explica, haciendo foco en ese contacto tan poco coreografiado si se lo compara con el beso de Hollywood o el acto sexual del cine porno,  ese misterio que al menos para una recién llegada es el tango. Un abrazo de 3 minutos tan íntimo como en exposición ambulante, para el público distribuido en ronda.  Ese modo tan extraño de caminar y dar vueltas de a dos mientras parecería que se están haciendo tantas otras cosas. Pienso que “libro precioso” también le va, porque es una palabra bastante pasada de moda, como el tango, siempre fuera de moda aunque se ponga de moda. Siempre nativo aunque for export. “Precioso” podría sonar superficial para un libro de no ser porque Nietzsche en mente, adherimos a su consigna famosa: “¡Cuán profundos eran esos griegos a fuerza de ser superficiales!” Tango Queer Buenos Aires es un libro profundo que se detiene con inteligencia y sentimiento en cada detalle superficial. No habla de un tipo de tango que vendría a ser el tango queer. Es un completo y complejo tratado sobre el tango que se toma el trabajo de sacarle la ficha queer que el tango se esforzó en mantener guardada asomando a ratos como en la postal de que primero se bailó entre guapos, o el atuendo varonero de Azucena Maizani o lo que se sabe y no se sabe de Tita Merello. Este libro  elabora una teoría personal tan íntima como letrada donde son tan legítimas las tías y abuelas que bailaban entre ellas, como las características rítmicas diferentes orquestas, las letras de tango que aparecen citadas y analizadas junto con un savoir dancer milonguero que Mariana consigue traducir de pies a palabras. También hay una ética… “No concibo la posibilidad de bailar desnudos”, dice, por ejemplo, muy lejos de la pacatería sino en tren de definir el carril sensual y erótico que va por otro lado, invertido desde la orilla.
Luego del abrazo, que es el punto inicial, hay que avanzar. Mejor dicho alguien avanza y otro retrocede, el hombre lleva, la mujer se deja llevar. Sin duda aquí hay un punto erosivo de la milonga queer. A problemas técnicos, soluciones solidarias.  Dice Mariana - fundadora de un espacio que antes que queer fue una matriada lésbica y feminista - que teniendo en cuenta esta fórmula, una mujer que elija como pareja de baile a otra mujer, se enfrentará con un primer obstáculo que el que pueda encontrar un varón adiestrado para conducir: “Ninguna de las dos podrá llevar, y por lo tanto es imposible que bailen juntas un tango (siempre hablando a nivel simbólico). No sucede así en cambio con dos hombres, ya que ambos desempeñan un papel activo.  Este obstáculo se volvió clases entre chicas, y como se ve en el libro, la milonga queer jamás cayó en el lamento por el lugar que le ha tocado a la naifa sino que da vuelta la suerte, se sube al auto y se ríe del que grite todavía que tiene que ir a la lavar los platos.



2.
Continúo con mi anécdota personal que dejé colgada al comienzo. El tango que se escuchaba en casa empezaba así: “Pobre solterona te has quedado/Sin ilusión, sin fe…/Tu corazón de angustias se ha enfermado,/ Puesta de sol es hoy tu vida trunca.”
Mariana cuenta en el libro que en la milonga queer, cuando suena este tango que encima se llama “NUNCA TUVO NOVIO”, las mujeres que están bailando dejan de bailar, en las mesas se codean, se sonríen o directamente sueltan la carcajada. El mismo tango que marcó a tantas chicas un reloj sociobiologico es una flor y truco de contraseña torteril. ¡Pero claro!  ¿Y si la pobre solterona con vida trunca era una ilusión óptica de una mirada machista y  hetero que no entendía nada de lo que estaba pasando en ese cuerpo de soltera? La solterona, palabra que ha caído mucho más en desuso que preciosura, constituyó un correctivo por adelantado para toda desviación que incluye autonomía, soledad bien entendida, y por supuesto deseo entre mujeres.
Esta operación de dar vuelta la pista, propia de la mirada oblicua y buscona de lo queer,  es lo que una y otra vez hace la escritura de este libro. Parar la escena, apagar la música un instante, hacer foco donde no había luz y dejar oír las carcajadas. Desde su historia personal, pasando por sus primeros pasos en la Casa del Encuentro hasta su saber de tanguera vieja adquirido en piringundines bailes y simposios,  abre el mundo milonguero para todes, guste o no guste el baile, desde una la dimensión sensible que van quitando tules a escena. Los mundos íntimos y rítmicos se van abriendo y revelando mundos uno tras otros. Este libro me llevó a preguntarme, por ejemplo, algo que siempre había sospechado sin ni siquiera pensarlo. ¿Por qué cantaría Julio Sosa, conocido como el varón del tango esta letra tan agreta y con tanta insistencia? Les he visto más de una vez, la risa socarrona a unos cuantos tangueros de ley pasándose el rumor de que aquella noche fatal cuando el cantor chocó su auto, no sólo estaba borracho sino que venía de un desengaño amoroso con otro varón del tango. Otros tangueros, más enterados, dicen que eso no es tan cierto pero que lo que sí es leyenda es que los testigos que encontraron el cuerpo después del accidente dijeron que abajo del pantalón le asomaba en lugar de un calzoncillo una bombachita color carmín. Es sabido que los secretos están allí siempre, en el borde de la vergüenza, para ser revelados en el peor momento, incluido el de los velorios. Es posible, pobre Julio, que el mote de varón que con tanta insistencia le regalaron venía con la hipoteca de una homosexualidad en el closet. Aunque no es materia principal de este libro sacar del closet a nadie, anotemos que Mariana tampoco pierde oportunidad de referirse a la dupla Gardel y Lepera como quien hace referencia a Sandra y Celeste, entre otras infidencias que no revelaré aquí yo esta noche. Lo cierto es que más allá de su verdad o su leyenda, cobran otro sentido los últimos versos de “Nunca tuvo novio cuando Julio Sosa, el varón del tango decía: Deja de soñar con el príncipe soñado que no fue…/¡Yo, con mi montón de desengaños/ igual que vos, vivo sin luz,/sin una caricia venturosa/que haga olvidar mi cruz!”.

3.
Mariana Docampo fue una de las primeras personas que entrevistamos  cuando empezamos a pensar el suplemento SOY, hace diez años. Teníamos en común unos amigos, los bailarines de La Marshall, la Milonga gay con nombre de actriz de culto, otro hito en la anormalización del tango, Augusto Balizano y Pacha Brandolino. Buscábamos a Mariana  porque era una de las pocas personas que  en 2007 utilizaba la palabra queer unida a un objeto popular. El concepto en la academia tenía más de una década pero era todo un misterio cómo haría esta chica para hacerlo llegar sin escalas a un producto popular y tan machirulo como el tango.  En SOY habíamos recurrido a queer, un periodismo queer, sinceramente, sin saber muy bien lo que queríamos decir ni hacer. Fue un modo efectivo de tratar de convencer a los directivos del diario que nos habían dicho adelante, pero con la expectativa de suplemento gay. Mariana cuenta, algo que también nos pasaba. Mucha gente escuchaba queer y entendía “querer”, o un modo de preguntar largamente “¿queeee?”. Hoy creo que las dos acepciones están bastante cerca de lo que significa. Me acuerdo que cuando nos encontramos la enloquecimos a preguntas, cómo haría el tango para ser queer sin dejar de ser tango, es decir, sin matar a la pobre viejita con la espalda encorvada en la máquina de coser, con esa mina que si no es madre es fané y descangayada o es la costurera dando el mal paso, el hombre que porque la mina no es de ley la da vuelta de un trompazo, el malevo que si se enamora o si llora se quiere hacer matar por alguien con más fuerza que él. ¿Acaso tango queer es simplemente cambiar los roles en la danza? ¿tango queer es hacer una milonga donde puedan entrar transexuales, travestis lesbianas y gays? ¿No usar vestidito obligatorio y chambergo? Mariana era en ese momento la determinación pura, potencia tortillera, imparable aun cuando le tocara bailar con la duda o con la poca experiencia y sobre todo con la confusión generalizada. Sus respuestas no alcanzaron. Se parecían demasiado a las indefiniciones que sentíamos cuando teníamos que pensar qué íbamos a poner en el número siguiente. Nos mostró y creo que publicamos el boceto de un manifiesto, que es el que aparece al final del libro que estamos leyendo hoy. No me pareció ni me parece un manifiesto, sino un modo de decirse a sí misma en voz alta los pasos que iría dando. Lo sigo viendo así, como una plataforma de despegue para algo mucho más superficial (en el sentido nietzscheano) y profundo (en el sentido tanguero) que es este libro que presenta diez años más tarde. El libro Tango Queer Buenos Aires no solo responde a aquellas preguntas sino que formula otras, mil veces menos obvias que estas que le hicimos aquella tarde en que Mariana todavía no era del todo Mariana… Infidencia, indiscreción: ¡Firmaba como Mariana Docampo, para su actividad literaria, apellido bien de letras. Y para la cosa del tango era Mariana Falcón, más tanguero imposible. De a poco, e imagino que con mucho trabajo y esfuerzo, Mariana Docampo es una sola en su multiplicidad, la que lleva y la que trae, la que arma, la que maneja la cosa y la que se deja llevar. 
Pienso dos veces antes de decir que escribió un libro precioso y aunque no le confío completamente, busco refuerzos en el diccionario: Precioso significa  exquisito, primoroso y digno de estimación y aprecio. También de extraordinaria calidad. Le va precioso. Este libro es el trayecto milonguero y literario que va desde piedra en bruto, pasando por la piedra sobre la que se levanta una milonga queer hasta la piedra preciosa, que en este caso es un poco como la famosa piedra movediza de Tandil, ya que ésta se mueve y sabe bailar.

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