La milonga queer siempre estuvo aquí,
sólo que además, está volviendo. Presentación del precioso libro de Mariana
Docampo. Milonga queer, una crónica de una aventura desviada y bailarina.
Por Liliana Viola
1.
20 años después de haber sido, como a
ella le gustaba repetir, “plantada en el altar” por un señor que nombró hasta
su muerte como “el amor de mi vida”, mi abuela se casó con un pariente no tan
lejano, a los 36. Justo al filo, decía ella, aunque sin filo. Mi mamá le ganó,
se casó a los 23 con alguien que mi abuela definía como un auténtico soquete. Y
yo les gané a las dos, me casé a los 21 sin darles tiempo a ponerle una
etiqueta a mi proeza ya que me separé antes de que se cumpliera el primer año.
Las 3 nos casamos si no de apuro, apuradas por un tango de 1930 que en mi casa
sonaba cantado por Julio Sosa y que Mariana Docampo cita en un momento clave de
Milonga queer, el libro que estamos presentando hoy
y que de paso, voy adelantando ya que empecé con la digresión, es un libro
precioso. Es raro decir precioso de un libro que ni siquiera tiene la coartada
de las imágenes. Pero precioso es la
palabra que se me apareció ya en el primer capitulo “Milonga” donde Mariana
construye un breve ensayo sobre el abrazo que empieza con una aformación: “Hay
algo que diferencia al tango de todas las otras danzas que conozco, tal vez lo único específico: el abrazo.” Mariana explica, haciendo foco en
ese contacto tan poco coreografiado si se lo compara con el beso de Hollywood o
el acto sexual del cine porno, ese
misterio que al menos para una recién llegada es el tango. Un abrazo de 3
minutos tan íntimo como en exposición ambulante, para el público distribuido en
ronda. Ese modo tan extraño de caminar y dar vueltas de a dos mientras parecería
que se están haciendo tantas otras cosas. Pienso que “libro precioso” también
le va, porque es una palabra bastante pasada de moda, como el tango, siempre
fuera de moda aunque se ponga de moda. Siempre nativo aunque for export. “Precioso”
podría sonar superficial para un libro de no ser porque Nietzsche en mente,
adherimos a su consigna famosa: “¡Cuán profundos eran esos griegos a fuerza de ser superficiales!” Tango Queer Buenos Aires es un libro profundo que se detiene
con inteligencia y sentimiento en cada detalle superficial. No habla de un tipo
de tango que vendría a ser el tango queer. Es un completo y complejo tratado
sobre el tango que se toma el trabajo de sacarle la ficha queer que el tango se
esforzó en mantener guardada asomando a ratos como en la postal de que primero
se bailó entre guapos, o el atuendo varonero de Azucena Maizani o lo que se
sabe y no se sabe de Tita Merello. Este libro
elabora una teoría personal tan íntima
como letrada donde son tan legítimas las tías y abuelas que bailaban entre
ellas, como las características rítmicas diferentes orquestas, las letras de
tango que aparecen citadas y analizadas junto con un savoir
dancer milonguero que Mariana consigue
traducir de pies a palabras. También hay una ética… “No concibo la posibilidad
de bailar desnudos”, dice, por ejemplo, muy lejos de la pacatería sino en tren
de definir el carril sensual y erótico que va por otro lado, invertido desde la
orilla.
Luego del abrazo, que es el punto
inicial, hay que avanzar. Mejor dicho alguien avanza y otro retrocede, el
hombre lleva, la mujer se deja llevar. Sin duda aquí hay un punto erosivo de la
milonga queer. A problemas técnicos, soluciones solidarias. Dice Mariana - fundadora de un espacio que
antes que queer fue una matriada lésbica y feminista - que teniendo en cuenta
esta fórmula, una mujer
que elija como pareja de baile a otra mujer, se enfrentará con un primer obstáculo que el que pueda encontrar un varón
adiestrado para conducir: “Ninguna de las dos podrá llevar, y por lo tanto es imposible
que bailen juntas un tango (siempre hablando a nivel simbólico). No sucede así en cambio con dos hombres, ya que ambos desempeñan
un papel activo. Este obstáculo se volvió
clases entre chicas, y como se ve en el libro, la milonga queer jamás cayó en
el lamento por el lugar que le ha tocado a la naifa sino que da vuelta la
suerte, se sube al auto y se ríe del que grite todavía que tiene que ir a la
lavar los platos.
2.
Continúo con mi anécdota personal que
dejé colgada al comienzo. El tango que se escuchaba en casa empezaba así: “Pobre
solterona te has quedado/Sin ilusión, sin fe…/Tu
corazón de angustias se ha enfermado,/
Puesta de sol es hoy tu vida trunca.”
Mariana cuenta en el libro que en la
milonga queer, cuando suena este tango que encima se llama “NUNCA TUVO NOVIO”,
las mujeres que están bailando dejan de bailar, en las mesas se codean, se sonríen
o directamente sueltan la carcajada. El mismo tango que marcó a tantas chicas
un reloj sociobiologico es una flor y truco de contraseña torteril. ¡Pero claro! ¿Y
si la pobre solterona con vida trunca era una ilusión óptica de una mirada machista y hetero que no entendía nada de lo que estaba pasando en ese
cuerpo de soltera? La solterona, palabra que ha caído mucho más en desuso que preciosura, constituyó un correctivo por adelantado
para toda desviación que
incluye autonomía, soledad bien
entendida, y por supuesto deseo entre mujeres.
Esta operación de dar vuelta la pista,
propia de la mirada oblicua y buscona de lo queer, es lo que una y otra vez hace la escritura de
este libro. Parar la escena, apagar la música un instante, hacer foco donde no
había luz y dejar oír las carcajadas. Desde su historia personal, pasando por
sus primeros pasos en la Casa del Encuentro hasta su saber de tanguera vieja
adquirido en piringundines bailes y simposios,
abre el mundo milonguero para todes, guste o no guste el baile, desde
una la dimensión sensible que van quitando tules a escena. Los mundos íntimos y rítmicos se van
abriendo y revelando mundos uno tras otros. Este libro me llevó a preguntarme,
por ejemplo, algo que siempre había sospechado sin ni siquiera pensarlo. ¿Por
qué cantaría Julio Sosa, conocido como el varón del tango esta letra tan agreta
y con tanta insistencia? Les he visto más de una vez, la risa socarrona a unos
cuantos tangueros de ley pasándose el rumor de que aquella noche fatal cuando
el cantor chocó su auto, no sólo estaba borracho sino que venía de un desengaño
amoroso con otro varón del tango. Otros tangueros, más enterados, dicen que eso
no es tan cierto pero que lo que sí es leyenda es que los testigos que encontraron el cuerpo después del accidente
dijeron que abajo del pantalón le asomaba en lugar de un calzoncillo una
bombachita color carmín. Es sabido que los secretos están allí siempre, en el
borde de la vergüenza, para ser revelados en el peor momento, incluido el de
los velorios. Es posible, pobre Julio, que el mote de varón que con tanta
insistencia le regalaron venía con la hipoteca de una homosexualidad en el
closet. Aunque no es materia principal de este libro sacar del closet a nadie,
anotemos que Mariana tampoco pierde oportunidad de
referirse a la dupla Gardel y Lepera como quien hace referencia a Sandra y
Celeste, entre otras infidencias que no revelaré
aquí yo esta noche. Lo cierto es que más allá de su verdad o su leyenda, cobran
otro sentido los últimos versos de “Nunca tuvo novio cuando Julio Sosa, el varón
del tango decía: “Deja de soñar con el príncipe soñado
que no fue…/¡Yo, con mi montón de desengaños/ igual que vos, vivo sin luz,/sin
una caricia venturosa/que haga olvidar mi cruz!”.
3.
Mariana Docampo fue una de las
primeras personas que entrevistamos
cuando empezamos a pensar el suplemento SOY, hace diez años. Teníamos en
común unos amigos, los bailarines de La Marshall, la Milonga gay con nombre de
actriz de culto, otro hito en la anormalización del tango, Augusto Balizano y
Pacha Brandolino. Buscábamos a Mariana
porque era una de las pocas personas que
en 2007 utilizaba la palabra queer unida a un objeto popular. El
concepto en la academia tenía más de una década pero era todo un misterio cómo
haría esta chica para hacerlo llegar sin escalas a un producto popular y tan
machirulo como el tango. En SOY habíamos
recurrido a queer, un periodismo queer, sinceramente, sin saber muy bien lo que
queríamos decir ni hacer. Fue un modo efectivo de tratar
de convencer a los directivos del diario que nos habían dicho adelante, pero
con la expectativa de suplemento gay. Mariana cuenta, algo que también nos
pasaba. Mucha gente escuchaba queer y entendía “querer”,
o un modo de preguntar largamente “¿queeee?”. Hoy creo que las dos acepciones están bastante
cerca de lo que significa. Me acuerdo que cuando nos encontramos la
enloquecimos a preguntas, cómo haría el tango para ser
queer sin dejar de ser tango, es decir, sin matar a la pobre viejita con la
espalda encorvada en la máquina de coser, con esa mina que si no es madre es
fané y descangayada o es la costurera dando el mal paso, el hombre que
porque la mina no es de ley la da vuelta de un trompazo, el malevo que si se
enamora o si llora se quiere hacer matar por alguien con más fuerza que él. ¿Acaso
tango queer es simplemente cambiar los roles en la danza? ¿tango queer es hacer
una milonga donde puedan entrar transexuales, travestis lesbianas y gays? ¿No
usar vestidito obligatorio y chambergo? Mariana era en ese momento la determinación pura,
potencia tortillera, imparable aun
cuando le tocara bailar con la duda o con la poca experiencia y sobre todo con
la confusión generalizada. Sus respuestas no alcanzaron. Se parecían demasiado a las indefiniciones que sentíamos
cuando teníamos que pensar qué íbamos a poner en el número siguiente. Nos mostró
y creo que publicamos el boceto de un manifiesto, que es el que aparece al
final del libro que estamos leyendo hoy. No me pareció ni me parece un
manifiesto, sino un modo de decirse a sí misma en voz alta los pasos que iría
dando. Lo sigo viendo así, como una plataforma de despegue para
algo mucho más superficial (en
el sentido nietzscheano) y profundo (en el sentido tanguero) que es este libro
que presenta diez años más tarde. El libro Tango Queer Buenos Aires no solo responde a aquellas preguntas sino que formula otras, mil veces
menos obvias que estas que le hicimos aquella tarde en que Mariana todavía no era del todo Mariana… Infidencia,
indiscreción: ¡Firmaba como Mariana Docampo, para
su actividad literaria, apellido bien de letras. Y para la cosa del tango era Mariana
Falcón, más tanguero imposible. De a poco, e imagino que con mucho trabajo y esfuerzo,
Mariana Docampo es una sola en su multiplicidad,
la que lleva y la que trae, la que arma, la que maneja la cosa y la que se deja
llevar.
Pienso dos veces antes de decir que escribió un libro
precioso y aunque no le confío completamente, busco refuerzos en el
diccionario: Precioso significa
exquisito, primoroso y digno de estimación y aprecio. También de extraordinaria
calidad. Le va precioso. Este libro es el trayecto milonguero y literario que
va desde piedra en bruto, pasando por la piedra sobre la que se levanta una milonga queer hasta la piedra preciosa, que
en este caso es un poco como la famosa piedra movediza de Tandil, ya que ésta
se mueve y sabe bailar.